Primera Estación
Jesús en el Huerto de los Olivos
A la hora de la prueba tú también tendrás que retirarte a tu Getsemaní.
A encontrarte con Dios en el trato íntimo de la oración. Comprobarás cómo aún en esos momentos se puede seguir confiando en Él. Y si te resta aún coraje para animar a los que te acompañan a superar su propia prueba mejor. Recuerda lo que nos escribió Pablo: “Como hijos queridos de Dios, procurad pareceros a Él y vivir en amor mutuo” (Ef 5,11)
Segunda Estación
Jesús traicionado por Judas es arrestado
Cuenta tú también con la traición hasta de quién sólo tenga motivos para estarte agradecido. De modo que, cuando suceda una cosa así, no te pille desprevenido y sepas estar a la altura de un discípulo mío. Y ten cuidado de no ser discípulo de Judas.
Tercera Estación
Jesús es condenado por el Sanedrín
¡Cuántas veces hemos sido acusados por los demás injustamente! ¡Cuántas veces hemos nosotros acusado a otros injustamente! Acusaciones, juicios, críticas, maledicencias… todo un rosario de insensateces con el que humillar al hermano, y todo para salvaguardar nuestra imagen y nuestro orgullo… ¡pobre de nosotros!
¿quién nos librará de esta carne de muerte?…
Cuarta Estación
Jesús es negado por Pedro
¿Alguna vez te ha traicionado tu mejor amigo? ¿Cómo has reaccionado? Quizás tú, como Pedro, has negado y renegado de algún familiar, de algún amigo. Lo importante es reconocerse débil, pecador. Y desde ahí, mirar como Pedro, con los ojos llenos de lágrimas, el rostro del Señor, el rostro del hermano, y sentir en nuestro corazón el deseo de reconstruir la fraternidad, la amistad, la fidelidad.
Quinta Estación
Jesús es juzgado por Pilato
¡Juzgar! ¡Qué tendencia tenemos los seres humanos a meternos en las conductas ajenas! Deberíamos aprender del juicio de Jesús: falsas acusaciones, juicios equivocados sobre su conducta y Pilato confundiéndose también en su juicio. Sí, podemos destruir una vida por juzgar las intenciones que sólo Dios conoce, y tendremos que recordar las palabras de Jesús “no juzguéis y no os juzgarán, sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”.
Sexta Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Señor Jesucristo, tú que aceptaste el gesto desinteresado de amor de una mujer y, a cambio, has hecho que las generaciones la recuerden con el nombre de tu rostro, haz que nuestras obras, y las de todos los que vendrán después de nosotros, nos hagan semejantes a ti y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor. Para ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre, alabanza y gloria por los siglos.
Séptima Estación
Jesús carga con la cruz
Nos quejamos de las cruces que nos han caído encima: la cruz de la familia, la de los que nos critican despiadadamente, la cruz de no poder realizarnos como quisiéramos, la cruz de los hijos o de una enfermedad… Pero te miramos a ti, Señor, y tu Cruz nos anima a llevar nuestras cruces, con esperanza, con humildad, con agradecimiento, porque esas cruces son instrumento de salvación. Ayúdanos Señor, a ayudar a llevar las cruces de los demás y a no ser una cruz para nadie.
Octava Estación
Jesús es ayudado por el Cirineo a llevar la cruz
Ser solidario es una manera de vivir. Es vivir despierto, atento, a todos los que pasan a nuestro lado soportando pesadas cruces, y dejar que surja de nuestro interior la compasión, ese sentimiento de querer ayudar, cueste lo que cueste… ¿Cuándo Señor, me darás un corazón misericordioso como el tuyo?
Novena Estación
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Benditas mujeres que supisteis lamentaros por Jesús. Benditas madres de familia que sabéis lo que es amar en silencio, soportando, cediendo, favoreciendo, dando y entregándolo todo. Benditas mujeres de todos los tiempos que os habéis conmovido con el sufrimiento de los demás y habéis alargado la mano para ayudar. Benditas y benditos cuando sepáis sacar fuerzas de vosotros mismos y seáis capaces de dar ánimos a otros.
Décima Estación
Jesús es crucificado
El dolor, la enfermedad, el fracaso, la muerte… Realidades por las que tarde o temprano todos tendremos que pasar porque forman parte de la vida. Cristo en la cruz nos invita a no agarrarnos a nada ni a nadie, Cristo en la cruz nos invita a darlo todo, sin quedarnos nada, porque en eso consiste la vida, la verdadera. Y así cuando nuestra hora llegue podremos depositar lo que nos quede de vida en las manos del Padre, sin desesperación, con confianza.
Undécima Estación
Jesús promete su Reino al buen ladrón
Acuérdate de mí, tú, rey despojado de todo, hasta de tu propia vida… Acuérdate de mí, Señor mío y Dios mío. Acuérdate de mí, aunque yo me olvide de Ti, no me abandones nunca, Señor. Te lo pido confiado, de rodillas ante ese gesto soberano tuyo de brazos abiertos.
Duodécima Estación
Jesús en la cruz, su Madre y el Discípulo
Por si te quedaba algo que entregarnos Señor, nos entregas también a tu madre. Y nosotros la recibimos, y lo hacemos en comunidad. Ella nuestra madre, y nosotros como hermanos. Así nos quieres Tú, Señor, este es tu testamento. De tu costado junto con la sangre y el agua brota la Iglesia… Y siempre recordaremos este momento sublime en el que nos diste a tu madre porque ya nunca seremos huérfanos.
Decimotercera Estación
Jesús muere en la cruz
Quisiera que ese grito resonase en mi cabeza Señor. Quisiera acabar de comprender y aceptar lo que significa la Encarnación: el que te hayas solidarizado tanto con nosotros que has querido pasar hasta por la muerte. Te has dejado alcanzar por la muerte, has querido probar su amargo sabor, sólo porque me quieres, sólo para hacerme comprender que no hay más amor que dar la vida por los amigos. Señor, mi amigo, mi hermano, mi Dios… Guardo silencio y con mis entrañas te grito, gracias Señor, gracias.
Decimocuarta Estación
Jesús es colocado en el sepulcro
Esta no es la última estación del vía crucis. La vía de la cruz, el camino de la vida, no acabará en el sepulcro. La losa no puede hacer enmudecer el canto de la vida porque Él es la resurrección y la vida. Y a esa vida yo me uno ya aquí, ahora. Yo quiero Señor, ser tu discípulo y seguirte hasta el fin.